Cata y Rachel eran una pareja gay conocida en el barrio, teníamos bastantes amigos en común y habíamos compartido en reuniones, pero sin acercamientos personales con ninguna de ellas.
Sin embargo siempre sentí una actitud de recelo hacia mi por parte de Rachel. Una noche nos encontramos de nuevo en grupo durante un bazar, Rachel fue por bebida y Cata se acercó a mi, hablamos un poco, nos reímos, nada pretencioso, pero cuando Rachel regresó hizo notar su disgusto de forma grosera y se acabó la fiesta.
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Unos meses después ellas rompieron y Cata me buscó para desahogar su tristeza, compramos un tarro de helado gigante, hablamos de todo un poco y ella parecía muy feliz, la noche nos atrapó y la lluvia nos encerró.
Me tomó por sorpresa su baile sensual, desde Rihanna hasta Britney, yo sólo la observé desde el borde de la cama, mientras ella se deleitaba con mi rostro sonrojado y mi intimidación disfrazada de carcajadas.
Me sentía mal por Rachel, pero al recordar su comportamiento grosero conmigo, pensé: por qué no justificar su pensamiento? No perdía nada con un poco de placer, si no le importaba a Cata, por qué habría de importarme a mi.
Entonces retribuí el baile y para no ser descortés con mi invitada decidí servirle un poco de helado en un recipiente inusual que pareció encantarle. Nos divertimos toda la noche, y al día siguiente seguimos nuestras vidas como si todo lo sucedido hubiera sido tan sólo una fantasía.
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