DE FANTASÍA A PESADILLA

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Esta es la historia de cómo la fantasía del último novio que tuve, se convirtió en pesadilla.

Dylan  y yo salimos en el colegio, siempre nos escapábamos entre clases para hablar, besarnos sin que nos vieran o simplemente encontrar una manera de perder el tiempo juntos. 

En las tardes nos encontrábamos y empezábamos tareas que terminaban en juegos calientes siempre inconclusos.

Temía perder mi virginidad y pensaba que aún no era tiempo, entonces, el por su lado no espero mucho tiempo y alguien más le dio lo que quería.

Rompimos nuestra relación y tiempo después nos reencontramos, esta vez mucho más experimentados y maduros de lo que éramos.

En medio de una conversación presuntuosa me confesó que su fantasía más grande era hacer un trió, y así, aún sin consumar las mieles de nuestra vieja historia acordamos emprender la búsqueda de una cómplice para vivir juntos y por primera vez dicha experiencia.

Nunca había estado con una chica y no imaginé que lo haría gracias a un hombre, pero no lo tuve que pensar mucho cuando él lo propuso.

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Pocos días después conocí en un bar a una hermosa chica, Brenda, su cabello era largo y liso, tenía un tatuaje de cerezas en la pierna que provocaba sobremanera. Al verla pensé de inmediato que era la indicada….

Brenda y yo empezamos a hablar cada vez más, nos reíamos mucho y pasábamos la tarde juntas caminando, maquillándonos, en sesiones de fotos, hablando de todo un poco.

Rápidamente nos volvimos tan cercanas como para hacerle la atrevida propuesta. Brenda aceptó sin pensarlo mucho y por supuesto Dylan se emocionó bastante con la noticia.

Entonces Brenda y yo pasábamos más tiempo juntas, y las fotos provocadoras iban aumentando entre nosotras, audios que me hacían morder los labios continuamente y fantasías que alimentaban mis noches en vela.

El deseo mutuo aumentaba y finalmente la fantasía que era para tres se redujo a dos, Brenda y yo.

Dylan nunca pudo disfrutar las mieles de su fantasía y por el contrario fue víctima de su propio invento, porque gracias a su propuesta, la historia entre esta mujer de ensueño y yo tuvo lugar en un motel una vez por semana por algo menos de un año.

Supe entonces que era bisexual, y tal cómo había sentido atracción por aquel rubio cachón, también me enredé en los juegos de aquella trigueña despampanante que robó mi virginidad lésbica, si es que así se le puede llamar.

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